jueves, 14 de febrero de 2008

Aniversario del nacimiento de Sarmiento

El 15 de febrero se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Domingo F. Sarmiento.
Lo que sigue se extrajo del portal de Encuentro.gov.ar

Sarmiento: educación e inclusión
Espacio para revisar críticamente las influencias que permiten reconstruir un ideario de Domingo F. Sarmiento en relación con su política educativa.
Tarea inútil intentar encorsetar a Sarmiento. Su vida pública es compleja, inmensa; sus ideas políticas, imposibles de ser revisadas y pensadas desde un único punto de vista. De la vastedad de la obra sarmientina –obra entendida tanto en sentido político como literario-, interesa en este espacio revisar críticamente las influencias que permiten reconstruir un ideario, en este caso en relación con su política educativa. Partimos de pensar que no es posible separar sus ideas sobre la educación de las de su proyecto de país.
Proyecto de país, educación e influencias
En el año 1845, durante su exilio en Chile, Sarmiento es enviado por encargo del presidente Montt a recabar información sobre diferentes sistemas educativos en varios países. Ese viaje es el punto de partida para la construcción de uno de sus escritos fundamentales: Educación Popular.
Se puede leer allí:
“La educación ha de preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy no pertenecen ya a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre.” (…) “El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar esta fuerza de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean”.
Para Sarmiento, educación popular equivale a educar a todo el pueblo: la educación de todos los habitantes es tarea prioritaria para la construcción de la nación. La pregunta, entonces, es por el método, por la forma de poner en práctica su proyecto.
En ese viaje crucial de 1945, Sarmiento visita los Estados Unidos y se vincula de manera estrecha con el pedagogo Horace Mann. Mann había sido el impulsor, en la década del 30, del llamado “movimiento de las escuelas populares” en el estado de Massachussets. La pedagogía de Mann deslumbra a Sarmiento, quien mantendrá con firmeza, años después, varias de sus ideas.
Figura controvertida, el movimiento creado por este educador buscó, en su propuesta, generar acceso masivo a la escolaridad para los niños en edad de asistir a las aulas. Entendía a la educación como el gran igualador de las condiciones del ser humano y “volante de la maquinaria social”. Pero, a su vez, sus críticos sostienen que fue un pedagogo cuya máxima preocupación se centró en crear y desarrollar instituciones capaces de generar y mantener el control social, y alguien para quien el tiempo y su eficaz utilización eran máxima prioridad.
La cuestión del control social puede rastrearse en la concepción sarmientina de educación como actividad “socialmente estabilizadora”. Al respecto, dice Sarmiento en Educación Popular: “Las masas están menos dispuestas al respeto de las vidas y de las propiedades, a medida que su razón y sus sentimientos morales están menos cultivados”. En este sentido, la preocupación de Sarmiento se centra en organizar a la población más antigua del territorio, y a dos actores sociales en particular: el indio y el gaucho. Su proyecto –como se sabe, diseñado a partir de la oposición antinómica entre las categorías de civilización y barbarie- tendrá entonces, en la educación y en el enorme impulso que Sarmiento le imprime, quizás su principal pilar. Para él, la educación es el elemento prioritario para el cambio social y la modernización de la sociedad. En ese punto discrepa con Alberdi –quien lo acusará luego de ser en extremo intolerante con las ideas ajenas- que consideraba menor la eficacia modernizadora de la educación formal.
Sarmiento sostenía también en su discurso que consideraba a algunos actores sociales como “culturalmente irrecuperables”. Se refería, centralmente, a las poblaciones mestiza y aborigen. Así, aunque consideraba que la educación era central para formar ciudadanos capaces para el trabajo –en particular el trabajo industrial- pensaba también que existía una “incapacidad natural” en los habitantes de los pueblos americanos para realizar este trabajo. Este argumento será central para definir su política inmigratoria, que buscó en particular atraer ciudadanos de países sajones.
La fascinación por la forma de llevar adelante acciones educativas en los Estados Unidos, en particular a partir de Mann, será una influencia decisiva para Sarmiento. Esto implicará, como se sabe, llegar hasta el punto de traer maestros desde aquel país: no es sólo lo educativo lo que fascina a Sarmiento, también el modo de organización de la sociedad norteamericana. Es por eso que busca de forma inclaudicable sentar las bases de un sistema educativo que él entendía como inclusivo, siguiendo el modelo norteamericano, aunque otorgando al Estado un rol diferente. Sarmiento buscó que el Estado regulara la provisión de educación, generando una oferta que no se agotara en las profesiones tradicionales como el derecho o la medicina y que apuntara a cuestiones más vinculadas a la producción. Esta es una de las claves que permiten entender su política educativa: creó un enorme número de escuelas y aumentó notablemente la tasa de alfabetización a partir de este modelo. Para él, la educación debía ser utilitaria, racional y científica
Sin embargo, para algunos, el proyecto en alguna medida fracasó en tanto la escuela argentina priorizó lo tradicional por sobre la innovación y el mundo del trabajo.
Entre sus influencias, también es importante destacar el papel de Francois Guizot, un liberal responsable del crecimiento extraordinario del sistema educativo francés durante la convulsionada Francia del siglo XIX. Sarmiento toma de él muchos elementos que hacen a la estructura y conformación del sistema educativo argentino, tanto desde lo pedagógico como desde lo administrativo: el modelo de las escuelas normales, los consejos escolares, el sistema de inspección, etc.
Escuelas argentinas: pasado, presente y futuro
Resulta notable que muchos aspectos de la organización del sistema educativo ideado por Sarmiento permanezcan con cambios leves hasta la actualidad.
Las escuelas argentinas han recibido siempre en sus aulas a una población heterogénea, diversa. El mestizo y el aborigen, los hijos de los inmigrantes europeos y el criollo, y hoy, los inmigrantes de países limítrofes y también los migrantes internos.

La mayor riqueza que tiene el colectivo escolar radica allí, en las diferencias que se manifiestan día a día en las aulas. Nos preguntamos: ¿Qué significa trabajar la heterogeneidad, en la escuela? ¿Qué significa reconocer al otro? ¿Son ambas cuestiones acaso resultado de una moda que se origina en discursos floridos pero que finalmente no tienen correlato en las prácticas áulicas?

Creemos que trabajar la heterogeneidad es más que respeto y cuidado por el otro, por la diferencia. Es repensar la idea de diferencia. Es entender que todos tienen las mismas posibilidades de ser educados, y de manera activa no poner en duda su educabilidad.

La tradición de la escuela normalizadora es la que nos lleva a “tolerar” la diferencia. Y tolerancia a la diferencia es, cuando menos, una idea compleja. Respeto a la diferencia, es aquello que debe existir siempre, forma parte de una ética de mínimos. Riqueza a partir de la diferencia es a lo que tenemos que llegar.

Referencias bibliográficas

Sarmiento, D. Educación Popular. Buenos Aires, Lautaro, 1948.
Tedesco, J.C. Educación y sociedad en la Argentina. (1880-1945). Buenos Aires, Siglo XXI., 2003.


Autor: Andrés Gomel

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